miércoles, 7 de enero de 2015

PELEAS Y DISCUSIONES

Lupita:

Mi papá, de muy mala manera, pretende educarnos a gritos y jaloneos. A mí me de coraje y no sé qué hacer. Mi mamá como que le alega, pero al final gana el que más grita. No sabemos a quién darle la razón. Mis hermanos y yo no quisimos que se divorciaran hace un año cuando empezaron a decir que lo harían. Hemos sido una familia unida pero no sé qué está pasando. Anoche lloramos juntos porque no queremos escuchar más gritos. ¿Podemos hacer algo como hijos?

Ma. Elena S.









Malena y hermanos:

Ni tomar partido por alguno de los padres, ni sentirse culpables o responsables de sus problemas, es algo que ayude en estos momentos. La actitud de juzgarlos y condenarlos es algo que ya ha causado en ustedes ese hastío, que no les deja ver más allá de las nubes negras que vienen con la tormenta; les hacen olvidar que el sol sigue ahí, aunque las nubes les impidan verlo. Recuerden que sus padres son seres humanos normales; tienen defectos de carácter y pueden tomar decisiones equivocadas.

Las crisis matrimoniales son algo muy común. Actualmente, las parejas no se preparan para ellas, y vemos con frecuencia que desconocen formas de solución para sus conflictos.

Es necesario distinguir entre discusión y pelea. Una pelea es tan agresiva, que daña a la otra persona; en cambio, una discusión es la exposición de puntos de vista -a veces de forma fuerte y algo descortés-, pero que siempre deja abierta una puerta para la reconciliación a través del perdón.

 La pelea cierra las puertas o al menos las hace más duras. La pareja se ofende y luego no busca la reconciliación, no aclara puntos importantes y finalmente explota.

La discusión puede cerrar la conversación en un momento, pero logra retomarse a manera de diálogo en poco tiempo, y durante éste pueden suceder tres cosas: los dos buscan escuchar y ser escuchados; se aclaran las diferencias o malos entendidos, y se termina por pedir perdón si se reconocen las equivocaciones cometidas o las ofensas que se han proferido sin tener esa intención.

El arte de dialogar debe practicarse, en pareja, desde el noviazgo. Cuentan que una tribu de indios norteamericanos practicaba una tradición que nos arroja luces acerca de cómo debe darse el diálogo: cuando dos personas discutían, se ponían frente a frente con una lanza, y uno de ellos la clavaba junto a sí y exponía sus argumentos mientras el otro tenía obligación de escucharlo hasta que el primero terminaba y desclavaba la lanza para ponerla junto al interlocutor indicando que era el turno de hablar, obligando al primero a escuchar sin interrumpir.

Tal vez lo que necesitan tus padres es una nueva luz que les permita ver soluciones donde solo ven problemas. Después de hacer oración sincera, ustedes, juntos como hermanos, podrían preparar una buena carta en la que les hagan ver que necesitan verlos felices otra vez. Busquen un libro, película, conferencia o retiro matrimonial adecuado para adjuntar a su carta.

Los especialistas de la Alianza Latinoamericana para la familia (ALAFA), coinciden en que si los padres ven amor en la obra de su amor, que son los hijos, será más fácil que recuerden porqué están juntos.


Desde luego que los problemas de sus padres deben resolverlos ellos mismos; ustedes sólo sembrarán amor, con la esperanza puesta en cosecharlo cuando Dios así lo permita.


Lupita Venegas Leiva/Psicóloga www.valoraradio.org          
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