miércoles, 16 de marzo de 2016

RESURRECCIÓN: ¿ES POSIBLE UNA NUEVA VIDA PARA MÍ Y LOS QUE AMO?


Lic. Lupita:
Soy casada; separada desde hace cinco años; tengo tres hijos jóvenes que han rezado mucho por nuestro matrimonio. Tuve un encuentro con Cristo y estoy tratando de vivir una vida de acuerdo al Evangelio. Mi esposo es neurótico, alcohólico y drogadicto, pero desde hace cinco años en abstención, buscando el perdón de la familia. Nuestra relación fue muy difícil, llena de conflictos por sus adicciones, por infidelidades y agresiones físicas. Reconozco que he sido una mujer adúltera.

Tengo una pareja en la que he encontrado apoyo, protección, buen trato. Sin embargo, quiero retomar mi matrimonio. No sé qué hacer; me siento confundida. He considerado regresar con mi esposo; ya hablamos y acordamos frecuentarnos para retomar una relación diferente, y también convinimos en buscar ayuda profesional. Tengo mucho temor y no sé cómo hablar con el hombre al que debo terminar. 
Alicia


Querida hermana mía:

¡Hay fiesta en el Cielo!, ¡Dios Padre ha salido a tu encuentro porque has decidido volver a casa. Ésta es la Buena Nueva, ¡la alegría de saber que todos podemos resucitar con Cristo!
 El Papa Francisco, en su Catequesis sobre la Resurrección, meditó así:
 “Por desgracia, a menudo se ha tratado de opacar la Fe en la Resurrección de Jesús, e incluso entre los propios creyentes se han insinuado dudas. Un poco de una fe de «agua de rosas», no es una fe fuerte. Y a veces por superficialidad, otras por indiferencia, ocupados por miles de cosas que se consideran más importantes que la Fe, o por una visión puramente horizontal de la vida.

Pero es precisamente la Resurrección la que nos abre a la Esperanza más grande, porque abre nuestra vida y la vida del mundo al futuro eterno de Dios, a la felicidad plena, a la certeza de que el mal, el pecado y la muerte pueden ser derrotados. Esto nos lleva a vivir con mayor confianza las realidades cotidianas, a afrontarlas con valentía y con empeño. La Resurrección de Cristo ilumina con una luz nueva estas realidades cotidianas; ¡la Resurrección de Cristo es nuestra fuerza!”

 Sacúdete el miedo alimentando tu Fe. Conozco decenas de testimonios de mujeres como tú, que han dejado atrás su vida de pecado y han podido comprobar las promesas del Señor. Tú haces lo correcto, y Dios bendice. Dejar una vida de adulterio es deseo del Señor; decidirte a perdonar, es mandato divino.

 No temas hablar con el hombre que fue tu apoyo durante este tiempo; él es bueno y comprenderá. Esta decisión es dura para los dos, pero conviene a ambos también. Ora por él y agradece por la oración de tus hijos, que ha provocado esta auténtica conversión de tu corazón.

 Es excelente idea acudir por ayuda, tanto tu esposo como tú, ya que debes recordar que iniciar una nueva vida en Cristo implica estar permanentemente haciendo la Voluntad de Dios. Él no desea para ninguna mujer el maltrato, y será fuente de inspiración para que detengas ese mal con creatividad y buenas maneras; pero no toleres un estilo de vida que te lastima y que perjudica a quienes más amas.

Resucitaremos tras la muerte física, ¡pero hay tantas ocasiones en que estamos muertos en vida por haber roto nuestra relación con el Creador! Él puede devolverte la vida de Gracia; vida plena, feliz y luminosa. ¡Basta que tú quieras re-establecer tu amistad con Él!

Lupita Venegas
Psicóloga





Lupita Venegas/Psicóloga 
www.valoraradio.org          
Twitter: @LupitaVenegasDC
Facebook: www.facebook.com/LupitaVenegasOFICIAL


Correo: desdeelcorazon@valoraradio.org 


lunes, 7 de marzo de 2016

HAY QUE PERDONAR PARA CRECER

Querida Lupita:

Ya son muchas las oportunidades que le he dado a mi esposo para que deje el vicio del alcohol. Nos ha humillado y lastimado cada vez que está bajo sus efectos. No le creo una sola palabra cuando promete que va a cambiar, y ya no quiero perdonarlo; pero escucho al Padre de mi Parroquia que me dice que hay que perdonar siempre, y entonces no sé cómo estar bien con Dios y estar bien en la vida.

Azucena


Muy querida Azucena:

Para estar bien con Dios y con la vida, hay que llevarlo dentro. Llevar a Dios en nuestro corazón significa buscar hacer Su Voluntad en todo momento; dejar que Él gobierne nuestra existencia.

Un Párroco hace bien en custodiar la verdad revelada por Cristo, que nos dice: perdona 70 veces 7; es decir, siempre. Lo que dice el Sacerdote al que escuchas no viene inspirado en su criterio personal, sino que, siendo fiel al Señor, nos da su Mensaje sin reducirlo. Y es que con frecuencia confundimos el verdadero significado del perdón.

Perdonar no es solapar conductas destructivas, como tampoco significa impunidad para el que lastima. Dios nos convoca a amar con misericordia porque sabe que sólo en ella el alma crece. Tanto el que pide perdón como el que lo da, se humaniza, se perfecciona, se hace semejante a Cristo.

El perdón cristiano es una exigencia de santidad, que lleva implícita nuestra mejora personal, y sus características son:
  • Perdonar todo a todos
  • Inmediata e incondicionalmente
  • Sin tomar represalias
  • Devolviendo la confianza original
  • Ahogando en abundancia de Bien, el Mal que me hicieron
  • Siendo compasivo y misericordioso
  • Hay que perdonar para crecer

 Perdonamos porque queremos el Bien del ofensor y, tratándose de un adicto, debemos poner límites adecuados de manera que el otro se deje ayudar y salga de su esclavitud. Esto forma parte del perdón, pues se perdona para crecer. La persona que elige la violencia y el vicio (no sólo “cae” en esto), debe enfrentar las consecuencias naturales de sus actos para recapacitar y corregir su camino. Si no hay consecuencias, nunca podrá entender que su conducta hace daño.

 Perdonas porque amas, porque quieres dar un regalo y regresar Bien por Mal.

 Impedir que él siga dañándose y dañando a su familia, es procurar su Bien. Tú lo perdonas porque no cobrarás venganza, porque no le deseas ningún Mal, porque luchas para que viva con dignidad, y le tratas respetuosa y dulcemente. Sin embargo, tienes clara la convicción de que nuestro Creador nos insta a vivir una civilización de respeto y no de violencia, de construcción y no de destrucción, de amor y no de muerte.

 Debes hablar con él. Con creatividad y ternura, le solicitarás que busque ayuda, dándole un plazo razonable. De lo contrario, acorde a las recomendaciones del Catecismo de la Iglesia Católica en sus puntos 2382 a 2386, la separación será la medida conveniente cuando se demuestra que la convivencia es imposible, ya que pone en grave peligro espiritual o corporal al cónyuge o a los hijos.

 Y no dejes de orar por tu esposo; ruega al Todopoderoso que disponga los medios y las personas necesarias para que ocurra el milagro de una sanación total. Conozco muchos casos cuya acción divina logró lo imposible. ¡Persevera en la oración y en el amor, sin desfallecer!

                                                          Lupita Venegas

Lupita Venegas/Psicóloga 
www.valoraradio.org          
Twitter: @LupitaVenegasDC
Facebook: www.facebook.com/LupitaVenegasOFICIAL


Correo: desdeelcorazon@valoraradio.org 







miércoles, 2 de marzo de 2016

DIOS PERDONA SIEMPRE

Querida Lupita:

Mi ambiente ha sido muy difícil. En este momento debo tomar una decisión que me tiene aturdida. Me junté con un hombre que me prometió ser diferente a mi pareja anterior, que me golpeaba. Tengo dos hijas de esa pareja anterior, y un hijo con este último hombre. Pero sus promesas nada valieron y me ha abandonado.

Estoy sola con mis tres niños y no consigo trabajo. Soy delgada, me ofrecen buen sueldo en un tabledance, mas no quiero prostituirme, y sé que trabajando ahí no acabaría bien. Dime, por favor, si Dios me perdona por tantas cosas que he hecho mal. No quiero seguir así, pero mis hijos tienen hambre. Esta es mi realidad.

Elizabeth









Liz:

Tu conciencia y sentido común te están haciendo reflexionar. No te has dejado llevar por el hambre, sino que algo en lo íntimo te hace buscar lo que conviene. Quieres el bien de tus hijos y el tuyo propio, pero la vida se te presenta injusta y llena de decepciones.

Puedo sentir tu dolor porque al buscar el amor te has encontrado con maltrato y desprecio. Te veo como a la mujer que se arrojó a los pies de Jesucristo y derramó su perfume sobre Él.

Ella, como tú, había tomado muchas decisiones equivocadas, había vivido de acuerdo a criterios que el mundo le daba porque no conocía a Cristo. Pero cuando conoce que Él puede sanar todo, lo busca, se encuentra con Él y recibe Su mirada dulce y misericordiosa… Arrepentida, llora y se pone a Su servicio. Tú también busca a ese Jesús vivo y cree en Sus promesas.

Aquella frase atribuida a Maquiavelo: “El fin justifica los medios”, contradice a la Teología Moral, que afirma: Una intención buena (por ejemplo: ayudar al prójimo) no hace ni bueno ni justo un comportamiento en sí mismo desordenado. El fin no justifica los medios (Catecismo de la Iglesia Católica, 1753).

Confía en las bendiciones que llegarán justo a tiempo desde el momento en que elijas hacer la voluntad del Creador. Conozco la historia de una mujer que vivió una situación semejante hace 20 años. Estudió enfermería con ayuda de personas que conocían su situación, sacó adelante a sus hijos con orgullo y decentemente.

Tuvo también la invitación a hacer dinero “fácil” ofreciendo su cuerpo, pero prefirió creer en las promesas del Señor. Esto es tener memoria del futuro; es decir, actuar en el presente al modo divino, aunque cueste trabajo y lágrimas, sabiendo que, al final, el esfuerzo será coronado con bienes materiales y espirituales, porque Dios cumple Sus promesas. Así lo expresa la Encíclica Lumen Fidei:

La Palabra comunica a Abraham una llamada y una promesa. En primer lugar, es una llamada a salir de su tierra, una invitación a abrirse a una vida nueva. La visión que la Fe da a Abraham estará siempre vinculada a este paso adelante que tiene que dar: la Fe “ve” en la medida en que camina. Es verdad que la Fe de Abraham será siempre un acto de memoria. Esta memoria no se queda en el pasado, sino que, siendo memoria de una promesa, es capaz de abrir al futuro, de iluminar los pasos a lo largo del camino.

Medita lo que dice la Palabra en el Salmo 119:

“Dichosos los que siguen la Ley del Señor. Felices los que van por un camino intachable, los que siguen la Ley del Señor. Felices los que cumplen sus prescripciones y lo buscan de todo corazón, los que van por sus caminos, sin hacer ningún mal”.