miércoles, 4 de febrero de 2015

NO MÁS PADRES ABANDONADORES, Y SÍ MÁS PADRES COMPROMETIDOS

Licenciada Lupita:

Somos una pareja recién casada. Hemos seguido sus artículos, en los cuales usted ha dicho que pueden romperse las cadenas de dolor. Nosotros nos conocimos en un Retiro Espiritual, y Jesús cambió nuestras vidas.

Estamos contentos; pero, a la vez, tenemos muchos temores sobre la forma en que educaremos a nuestros hijos. Mi esposa no conoció a su papá, y yo, aunque supe quién era, jamás conviví con él.

¿Cómo podemos construir una familia si no tenemos un modelo a seguir? Contamos con nuestra fe y con buena voluntad, pero el miedo sigue ahí. ¿Podremos superarlo?
Alejandra y Joaquín








Queridos Ale y Joaquín:

Ustedes harán realidad sus deseos porque cuentan con la fuerza más poderosa sobre la faz de la Tierra: la fe.

Se escucha hablar con mucha frecuencia sobre “madres solteras”, pero nunca se menciona algo como “padres abandonadores”.

Ustedes dos vivieron esta realidad. En sus vidas hubo un padre que los abandonó y los dejó a su suerte; en cierto modo, esto es causal del miedo que experimentan actualmente. Sin duda que su mamá hizo un papel heroico, especialmente porque supo acercarlos a Dios.

Hoy quiero dirigir estas palabras a esos padres que no han tomado conciencia de la importancia de su rol en la educación y desarrollo de sus hijos.

Presento algunas conclusiones científicas a continuación:

A partir de las seis semanas, los niños distinguen la voz del padre de la de la madre. Ya a las ocho semanas se aprecia que, al acercarse la madre, los recién nacidos responden con un ritmo cardíaco y respiratorio más lento, aflojan los hombros y bajan los párpados; en cambio, cuando se acerca el padre, se les acelera el ritmo cardíaco y respiratorio, tensan los hombros, abren los ojos y se les vuelven más brillantes.

Los niños que han tenido un buen padre entre los primeros dieciocho a veinticuatro meses de vida, son más seguros en la exploración del mundo que les rodea, son más curiosos y menos dubitativos frente a los nuevos estímulos.

Henry Biller y Frank Petersen demostraron que estos niños, llegado el momento de ir a la escuela, están más preparados; tienen mayor tolerancia a la tensión y a la frustración; están más capacitados para esperar su turno; mantienen suficiente interés en su trabajo, más confianza en sus propias capacidades y habilidades para trabajar solos hasta que la profesora pueda ayudarlos.

Un estudio longitudinal de la Universidad de Regensburg, Alemania, evidenció que los padres que interactúan con sus hijos a los dos años, jugando con ellos y apoyándolos, mantendrán una relación sólida con ellos a través de la adolescencia.

Aquellos que a los cinco años de edad no están apegados a su padre, sufrirán ansiedad y serán más retraídos e inseguros a los nueve años.

El investigador y psiquiatra infantil Kyle Pruett, de la Universidad de Yale, encontró que la participación positiva de los papás está ligada con menores conductas agresivas, menos depresión y mentiras; mayor responsabilidad, obediencia y consideración hacia los demás; menos problemas conductuales y mayor habilidad para la lectura, en los niños; niñas más felices, seguras, abiertas a probar cosas nuevas y con mayor destreza matemática. Se relacionan también con más sensibilidad moral.

Varones, basta ya de irresponsabilidades y egoísmos. Necesitamos su rol comprometido en las familias. Retomen su papel de esposos fieles y padres amorosos. Prepárense para amar a una mujer y formar a su lado la mejor familia que haya existido: la suya propia.



Lupita Venegas Leiva/Psicóloga www.valoraradio.org          
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